Treinta años de retratos conforman la exposición ‘Miradas al alma’, una retrospectiva del fotógrafo Braulio Valderas en la que el denominador común de la muestra es que todos los personajes «miran a los ojos de la gente». Las 39 instantáneas que forman la muestra ponen de manifiesto que la fotografía «siempre ha sido un reflejo del momento, una ventana hacia la realidad de los otros», según ha referido Valderas a EFE.
Con esta exposición, «no sólo busco capturar la esencia de mis sujetos, sino también reflejar el duro perfil del alma del ser humano«, porque «cada retrato que he tomado es, en su núcleo, un acto de resistencia y de visibilidad, especialmente en tiempos donde tantas voces se desvanecen en el ruido colectivo».
Valderas ha reconocido que esta ‘Miradas al alma’ es parte del trabajo que ha llevado a cabo durante su trayectoria profesional porque «son retratos no de estudio si no improvisados en los actos en los que me los he encontrado».
Al fotógrafo lo que más le ha gustado siempre ha sido el retrato, «fotografiar a la gente e intentar sacar lo mejor de cada uno».
Ideología y compromiso
Por ello, una parte de los retratos pertenecen a «personajes famosos y conocidos» como sus cuatro personajes favoritos que son el escritor José Saramago, el expresidente de Uruguay José Mujica, el escritor Antonio Gala, en cuya Fundación se expone la muestra, o «mi querido» Julio Anguita.
Estos ponen de manifiesto «la parte ideológica y de compromiso de mi fotografía, que también es importante».
‘Miradas al alma’ retrata también, entre otros, los diseñadores Elio Berhanyer y Juana Martín; los poetas José Hierro, Joaquín Pérez Azaustre y Mario Obrero; el director de cine Pedro Almodóvar o el dramaturgo Fernando Arrabal.
Los retratos de personas desconocidas están tomados «en mis distintos viajes a personas que van por la calle, que me han llamado la atención por cualquier motivo».
Córdoba, Sevilla La Habana, Smara, Budapest, Lisboa, París, Berlín, Mauritania o los campamentos de Tindouf son algunos de los escenarios donde Braulio Valderas ha realizado algunos de los retratos expuestos.
Exposición de Braulio Valderas en Córdoba. / SALAS / EFE
Para Valderas, los retratos «no son simplemente imágenes: son testigos de realidades que muchas veces se ignoran o se marginan«, y por ello su compromiso «no está simplemente en la técnica, sino en el mensaje que cada imagen transmite».
Ha asegurado que a través de las lentes, «intento poner frente a la cámara a aquellos que están en los márgenes, a los olvidados, a los que luchan día a día por un lugar en la sociedad».
Se ha mostrado convencido de que cada rostro que retrata tiene detrás una «historia y en cada gesto hay una reivindicación».
Braulio Valderas que reconoce que se le han quedado «muchas fotos» fuera de la exposición pero la falta de espacio en la sala Espacio Gala ha hecho imposible ampliar el número de retratos.
Papel de la fotografía
Respecto al papel actual de la fotografía, Valderas, reconoce que «en estos tiempos de polarización y de constante cambio, la fotografía se convierte en una arma poderosa para la denuncia».
En su opinión, según plasma en el texto de presentación de la muestra, «no se trata de capturar una imagen estéticamente agradable; se trata de visibilizar las luchas, de dar espacio a las identidades que han sido históricamente silenciadas».
Así, «desde los ojos sin futuro de un desheredado hasta la mirada nostálgica de un escritor al final de su vida, cada retrato que he capturado lleva consigo una carga emocional y política, invitando al espectador a reflexionar sobre las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad».
Para Braulio Valderas, este proyecto es una exposición de retratos y una invitación a ver más allá de la superficie. Para ello hay que mirar a las personas «no solo como individuos, sino como parte de una historia colectiva que está siendo escrita ahora mismo».
Y en ese contexto hay que poner de manifiesto que el compromiso social y político en su trabajo «no es solo una elección estética, sino una necesidad. Siempre he entendido la fotografía como una herramienta de denuncia, una forma de mirar hacia donde otros no son capaces y así sentirme como el girasol que mira hacia el ocaso».