InicioSociedadDemocracia. Qué democracia defiende Villarruel? Negacionismo e hipocresía

Democracia. Qué democracia defiende Villarruel? Negacionismo e hipocresía

Un estafador, una borracha, una coimera, los Caputo y una negacionista pro dictadura que habla de democracia. Podría ser el título de un thriller, pero no, no es ficción. Es cierto, es real y está pasando. Y es lo que nos gobierna. El gobierno de Milei, que desde Davos hasta acá ha ido tropezando en sus propios pasos, generó un salto en el rechazo el miércoles pasado con la brutal represión a cargo de “la mejor ministra de la historia”, según ellos. Para demarcarse, Villarruel repudió la violencia y, paralelamente, saludó a los heridos de las propias fuerzas, pero destacó que la movilización y la protesta son prácticas democráticas. ¿Qué democracia pretende la vicepresidenta?

La dictadura no apareció de repente, y Milei tampoco.

Algunos puntos en común vinculan este momento con aquel. El golpe de Estado de 1976 tenía objetivos claros, pero se fue tejiendo previamente. El accionar de la Triple A fue un elemento necesario para lo que vino después. Con el objetivo de aniquilar luchadores, dirigentes sindicales, comisiones combativas, etc., se avanzó agitando un enemigo: eliminar a los subversivos. Y hubo un sector de la sociedad que, en un principio, tenía como respuesta: “Algo habrán hecho”.

Milei claramente no saltó de ser un panelista berreta a presidente sin un contexto y menos sin un objetivo. La decepción de miles con los gobiernos anteriores, el enojo con la casta, la vieja política, son los condimentos de los que se agarró Milei. Un hastío de la “democracia formal” que solo te convoca a votar cada dos años y, aunque votemos muchas veces, los ciudadanos no participamos en nada de las decisiones que se toman. Con esta democracia, así como la vivimos, no comemos, no se educa ni se cura.

Y como en aquellos tiempos de dictadura que se imponían en nuestro continente, hoy la ultraderecha en Argentina es parte del ascenso de este polo en el mundo. Milei no es un fenómeno ajeno a un contexto mundial que se debate entre dos polos bien distantes: la ultraderecha, que busca reciclar el capitalismo con formatos más duros y autoritarios, y los sectores de izquierda y luchadores que buscan terminar con este sistema que solo trae catástrofes ambientales, genocidio, muerte y hambre.

La decepción en los falsos progresismos le abrió la puerta a la ultraderecha y a Milei en Argentina, quien fue buscando blancos como enemigos. Los piqueteros son vagos y no quieren trabajar; los estatales son ñoquis y buscan privilegios. También puso el ojo contra el feminismo y las disidencias y su agenda woke. Y todo lo engloba en el famoso: “Zurdos de mierda”. Antes eran subversivos; hoy somos los zurdos, el enemigo a aniquilar.

Ahora, efectivamente, esta democracia formal, que no resuelve los problemas estructurales de la gente, paralelamente, fruto de la lucha de todos estos años, ha acumulado libertades democráticas y derechos muy importantes que la gente siente propios. Argentina ha sido el único país en América que rajó a los militares con movilización popular, que los enjuició y que hoy los mantiene presos. Ese punto de partida y la apropiación de las libertades democráticas constituyen una reserva enorme que nuestro pueblo conoce.

Por eso hubo un cambio después del discurso de Davos, y miles salimos el 1F en una marcha antifascista y antirracista. Decir que los homosexuales eran pedófilos, por ejemplo, era ya un discurso no solo anti-woke, sino atrasado y repudiado hasta por un sector de su propia base.

Pero también hubo un límite grande en la violencia contra los jubilados. Es fácil discursivamente decir que el piquetero es vago y el estatal ñoqui, aunque eso no sea cierto. Está instalado por los medios y la propaganda oficial que eso era parte de los problemas. Hoy está claro que ningún problema se resolvió con el ataque y el ajuste en esos sectores. Pero sigue sirviendo de propaganda. Ahora, lo loco de decir que los jubilados son vagos, que no aportaron o son patoteros, ya es más difícil. Y mucho más meterse con el derecho a la protesta, que es el primer derecho. Si bien el protocolo de Bullrich ataca directamente el derecho al reclamo desde el 20 de diciembre de 2023, se da un salto cualitativo el pasado miércoles con la brutalidad vivida.

672 heridos atendidos por efectores de salud, entre 114 y 149 detenciones arbitrarias, varios heridos de mucha gravedad, entre ellos Pablo Grillo, el fotoperiodista que fue brutalmente agredido con una cápsula de gas lacrimógeno. Es ahí donde aflora otra vez esa reserva democrática que el pueblo tiene para sí. Por eso miles salieron a la calle, miles entre la tarde y la noche, movilizados, resistiendo la represión y caceroleando. La moneda está en la calle, otra vez, y volviendo a aquellos años de dictadura, será ahí donde se defina la suerte de nuestro pueblo. Por supuesto, habrá que ver si Milei logra su objetivo o si, en unidad y en la calle, podemos derrotarlo.

Negacionismo e hipocresía

Como dijimos, la gente no quiere una democracia en la que solo vote candidatos tan alejados de la realidad cotidiana, que no son capaces de resolver los problemas más graves ni más urgentes. Pero no renuncia a sus libertades ni a sus derechos. Y eso es un punto que debemos tener en cuenta.

Aunque, como en la época oscura de nuestro país, había quienes justificaban con el “algo habrán hecho” la barbarie de la dictadura, hoy hay un sector que dice cosas como “hay que darle tiempo”, o “los jubilados no pueden marchar con otros; si reclaman, que lo hagan solos”, o explica que para hacer un omelette se rompen huevos, y que, de última, lo de Pablo Grillo es casi un daño colateral. Pero esos sectores existieron siempre, y hoy ya causan rechazo por una amplia mayoría.

Por eso es muy importante discutir: ¿Qué patria defienden desde el gobierno? O ¿qué democracia respeta Villarruel? El gobierno defiende la patria financiera, la de los buitres, la de la timba, la de la estafa. No defiende nuestros derechos, ni nuestros recursos, ni siquiera cosas mínimas como el acceso a la salud y la educación. Y son claros: defienden esos intereses y están dispuestos no solo a su defensa irrestricta, sino a transformar el formato institucional actual en un formato donde ningún derecho nuestro sea válido. Donde la propia Constitución sea un dibujo. “¡Viva la libertad, carajo!”, gritan enajenados, mientras cercenan la libertad. La libertad no avanza en nuestro país; esta gente solo quiere limitarla y, en todo caso, que exista solo la libertad de la timba y la estafa.

Agitan “quieren desestabilizar” para formalizar un formato represivo cuestionado por todo el mundo, menos por nuestra justicia. Un formato represivo, brutal, de persecución y procesamiento ilegal de todos los luchadores.

Villarruel, que es pro dictadura —ya que la ha justificado, la ha levantado y se ubica como negacionista del genocidio en nuestro país en esa época—, buscó demarcarse y levanta “la democracia”, pero lo hace de una manera extraña. Dice: “Se puede protestar, está mal no permitirlo, pero debe ser sin violencia”, cuando la cantidad de heridos y detenciones deja en claro de qué lado está la violencia. Y ni hablar de la gravedad de la violencia estatal y su objetivo.

Aparece en su relato esa idea de un “demonio” que debe ser aplacado. Violentos que deben ser llamados al orden. Jubilados patoteros que provocan la brutalidad policial más impactante. Sin decirlo así, admite una protesta “en términos” impuestos no por leyes, sino por un gobierno antiderechos.

La vicepresidenta discursivamente se pone a la izquierda de Bullrich, pero en realidad “su democracia” es la que calla nuestros reclamos, es la que habilita “ordenar”, es una democracia sin libertades democráticas ni derechos. Solo es una hipócrita oportunista, pero nada más.

La democracia formal y este sistema no van más, porque aquellos derechos que conseguimos hoy son efímeros en el marco de este sistema que busca constantemente reducir y ajustar nuestras condiciones de vida. Por eso la lucha está en la calle. Milei y Bullrich se tienen que ir. Debemos defender nuestras conquistas, nuestros derechos, nuestras libertades. Y por eso este 24 de marzo debemos inundar las calles, decir “Nunca más”, como conoce nuestra memoria. Ser miles contra este negacionismo y este gobierno de fachos y estafadores. En las calles y en unidad.

Pero no será suficiente sin dar un debate profundo sobre qué democracia queremos, qué sociedad necesitamos. Debemos organizarnos por una salida real, democrática y participativa. Es el socialismo la única forma que nos permitirá una sociedad más justa e igualitaria. Para que gobierne la izquierda y los trabajadores, los que nunca gobernaron.

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