Cierto cepas de bacterias han desarrollado una forma de proveer a las células vecinas después de morir, renunciando a sus nutrientes y disolviendo sus cuerpos como un legado que otras nuevas bacterias pueden usar para sobrevivir y crecer.
Una investigación liderada por el profesor Martin Cann de la Universidad de Durham, en el Reino Unido, sugiere que ciertas bacterias intestinales han desarrollado una enzima que, tras la muerte celular, descompone sus propios componentes en nutrientes. Este proceso beneficia a las células vecinas, proporcionando recursos esenciales para su supervivencia y crecimiento.
La teoría de la selección natural de Darwin ha sido la base para entender cómo los organismos desarrollan características que les permiten sobrevivir y reproducirse. La muerte se ha visto generalmente como un fracaso, más que como un proceso moldeado por la evolución. Sin embargo, este nuevo hallazgo sugiere que ciertos procesos biológicos se mantienen funcionales después de la muerte, y que los mismos han evolucionado para beneficiar a otros organismos cercanos.
El estudio, publicado en la revista Nature Communications, se centró en una cepa de Escherichia coli que produce una enzima capaz de descomponer los componentes celulares en nutrientes tras la muerte. Este proceso de reciclaje es esencial para el crecimiento de nuevas formas de vida, ya que los nutrientes liberados son aprovechados por las células vecinas, que coexistían con las bacterias en vida.
La muerte como continuidad
Los científicos postulan que este descubrimiento implica una revisión fundamental sobre cómo entendemos la muerte en el contexto biológico. «Pensamos que la muerte es el final, que después de que algo muere simplemente se descompone y se convierte en un objetivo pasivo para ser aprovechado por otros organismos», indicó Cann en una nota de prensa.
Sin embargo, la nueva investigación demuestra que los procesos biológicos no cesan con la muerte: de hecho, están programados para continuar operando. En concreto, los investigadores parecen haber dado inicio a una nueva rama de la biología que, precisamente, estaría orientada a estudiar estos misteriosos procesos que se inician con la muerte.
Un aspecto intrigante del estudio es la forma en que estas enzimas, que operan tras el fallecimiento, podrían haber evolucionado. Cann sugiere que las células vecinas que se benefician de los nutrientes liberados son probablemente «clones» de la célula muerta junto a la bacteria. Este fenómeno se asemeja al comportamiento observado en algunos animales, donde los individuos ayudan a alimentar a los miembros más jóvenes de su grupo familiar.
Aplicaciones en medicina, biotecnología y sostenibilidad
Los hallazgos de esta investigación sugieren que las biomoléculas que regulan estos procesos post-mortem podrían ser utilizadas en el futuro como herramientas en la lucha contra enfermedades bacterianas o como candidatas para mejorar el crecimiento bacteriano en biotecnología.
Referencia
Bacteria encode post-mortem protein catabolism that enables altruistic nutrient recycling. Savannah E. R. Gibson et al. Nature Communications (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41467-025-56761-6
Además, los científicos creen que modelar estos procesos con herramientas de física estadística podría ofrecer ventajas en áreas tan distantes como la economía, aportando principios de diseño útiles en la búsqueda de una economía circular, donde el reciclaje esté integrado desde el inicio de los procesos productivos.
El nuevo estudio destaca la complejidad de las interacciones bacterianas y en concreto de la microbiota intestinal, desvelando cómo la muerte celular puede ser un proceso evolutivo que beneficia a la comunidad microbiana en su conjunto. Al continuar investigando estos procesos, los científicos esperan descubrir nuevas formas de aprovechar la cooperación bacteriana para aplicaciones en medicina, biotecnología y sostenibilidad ambiental.