“Agrimensura una profesión milenaria y consagrada” es una obra escrita por el ingeniero Ing. Agrim. Armando Del Bianco. En ella se busca reivindicar el papel crucial de los agrimensores en el desarrollo de la humanidad. La publicación pone el foco en la participación y protagonismo de estos profesionales en el devenir de la historia, donde se destaca la importante intervención de las geociencias propias de la profesión, en la planificación, el relevamiento y replanteo de las grandes obras de Ingeniería y arquitectura. Estas goeciencias son: topografía, geodesia, cartografía y la astronomía de posición.
El libro relata además los orígenes de la mensura y el catastro, ya presente en los albores de las primeras culturas de Anatolia, o civilizaciones antiguas como Sumeria y Babilonia hace más de 10.000 años.
Se destaca el protagonismo de los agrimensores, que cumplieron diversas funciones a lo largo de la historia, desde sacerdotes, augures, visires hasta escribas de los faraones, representante del Califa o del Inca. Incluso hubo un famoso emperador agrimensor en China. Y los instrumentos de medición y los mojones colocados, fueron consagrados por los dioses mismos: el dios Enlil, Marduk y la diosa Ishtar en la Mesopotamia; la diosa Seshat en Egipto, la diosa Némesis en Grecia, el dios Terminus en Roma; entre otros.
La narrativa del libro detalla cómo, desde la Edad de Piedra, los agrimensores han dejado su huella, desde los primeros mapas tallados en rocas hasta la construcción de carreteras, alcantarillados y canales. Además los agrimensores planificaron sistemas de apoyo, orientación astronómica y replantearon monumentales obras. También dibujaron planos, cartas y mapas en arcilla, en madera, papiro, pergaminos, papel o en lienzos de seda. Condujeron caravanas de camellos guiadas por estrellas y tuvieron una importante participación en fundaciones de ciudades griegas, romanas, árabes, incas y mayas; y se aventuraron a explorar en barco territorios desconocidos.
La huella de los agrimensores en el mundo
Al viajar por el mundo, en cada obra, templo o monumento que se visite se encontrará sin dudas la huella de un geómetra o agrimensor que ha plasmado su impronta, ya sea la de un Unuts en las pirámides de Guiza o en el valle de los Reyes en Egipto. En la Gran Muralla China o el Gran Canal replanteados por un Li-Chi en China. En el túnel de Eupalino en la isla griega de Samos , el Panteón, la Vía Apia, el Coliseo, o acueductos romanos. En Machu Pichu o en el camino del Inca desde Colombia a Chile, por la cordillera y duplicado por las costas de Pacífico, “El Qhapaq Ñan” traducido como “el camino medido y amojonado”.
Al visitar museos en todo el mundo, se puede encontrar antiguos instrumentos de medición tales como “kudurru”, un mojón de Babilonia que colocó un agrimensor hace más de 4.200 años, un astrolabio persa, la groma, la libra, un Chorobate, una dioptra o un odómetro que empleó algún gromatici romano en el trazado de una carretera, en la construcción de un acueducto, o en el replanteo de un centuriato. Así como un alpampachana, Intisaywana Suti o un quipu inca, utilizado por un saywa checta suyoyoc, el agrimensor inca.
En estas obras monumentales se lograron precisiones increíbles, algunas muy difíciles de lograr hoy en día, tan solo con el empleo de un simple y rudimentario instrumento de medición, pero con la metodología adecuada, ingenio, valentía y criterio.