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Una tarde en La Frontera de Pinamar: descontrol, gente sin casco y chicos y manejando cuatriciclos

Una camioneta 4×4 llega al Coliseo de dunas y busca su mejor lugar en la tribuna. Se bajan las reposeras, se prepara el mate y se pone la música a tope mientras el show de “Los autos locos” empieza. El sol baja y el paisaje ofrece una inyección de adrenalina que no distingue edades. En La Frontera, esa zona de médanos en donde todo parece posible, los chicos son más que simples espectadores: también conducen vehículos de gran porte, la mayoría de veces sin ningún tipo de protección.

“Es que a la tardecita se re pone”, dice uno de los jóvenes que se acomoda junto a su amigo en una tribuna improvisada de arena, frente al rally que se disputa ahí, bajando la duna, en la hondura conocida en geografía como hoya.

Ni el calor es un obstáculo para que la áspera Frontera, que limita con la exclusiva Costa Esmeralda hacia el norte, vuelva a vibrar. La extensión del lugar hace imposible abarcar el escenario por entero, ya que son 7 kilómetros de playa y unos 3 en línea perpendicular al mar hasta la Ruta 11.

Pero hay que decir que entre las 4×4, los UTV (Utility Task Vehicle) y los cuatriciclos que se rozan, la imagen puede sobreestimular a cualquiera: están los que hacen picadas, los que bajan de pendientes empinadas con derrapes de costado, y los que van en grupos y no dudan en mandarse alguna que otra pirueta imprudente. Adultos sí, y chicos también.

No demora en aparecer un papá copiloto que se deja llevar por su hija, que no llega a los diez años. Van juntos en un cuatriciclo, sin cascos, sin ningún tipo de protección. La nena, al volante, acelera hacia uno de los médanos y sube. Parece que en cualquier momento podría perder el control, pero con asistencia del padre doma a la fiera y logra encaminarla.

Luego de bajar la pendiente, el cuatriciclo y su pequeña conductora desaparecen entre la inmensidad de vehículos que confluyen en la arena. Para ser honestos, en estas tierras a casi nadie le asombra encontrarse con casos como el de la nena y su papá. Son los que más se repiten.

Temerario, otro grupo de chicos de entre 12 y 15 años juega en la hoya a hacer wheelie con un cuatriciclo que parece un Goliat. En la maniobra, el último cae de espaldas a la arena y todos se detienen a mirar si recibió algún golpe con la caída.

No pasa nada, parece decirle al resto, y se sacude un poco el polvo de las rodillas y la espalda baja. Tiene que volver a subirse y ahora, quizás, le toque a otro caer en el próximo turno. En eso consiste la diversión de sus tardes.

Con la caída del sol, las picadas continúan y los motores se fusionan en un ruido ensordecedor que casi no permite la conversación fluida. En este mismo lugar, cuatro días atrás, una joven de 19 años conducía un UTV con el cual atropelló a un nene de 8 años. Por el hecho, este miércoles será indagada en la UFI N° 5 de Pinamar.

Una nena manejando un cuatri con su papá, imagen del descontrol en La Frontera. Foto: Fernando de la Orden / Enviado Especial

El chico solo recibió heridas leves y ya fue dado de alta, pero con el episodio se reavivó un viejo dilema: ¿cómo poner un límite cuando no hay reglas? La Frontera, que tiene un sector privado que queda por fuera del alcance del municipio (que pone controles al ingreso), no las crea. Una vez dentro, el descontrol es moneda corriente.

Fuentes oficiales consultadas por este diario aclaran al respecto: “Afortunadamente año tras año hay menos accidentes y los controles siguen intensificándose al ingreso de la zona de ‘La Frontera’, sin embargo llega un punto en el que la responsabilidad de las personas está por sobre todos los controles que pueden llevar a cabo el personal de policía, tránsito, y seguridad en playa”.

“Si un padre es tan irresponsable como para darle un UTV a un menor, o como para andar en cuatriciclo sin casco debemos recapacitar la responsabilidad individual de cada persona que ejerce estos tipos de comportamientos. Son muchos los casos en los que pasan el control y luego les dan los vehículos a los menores o dejan de utilizar las medidas de seguridad reglamentarias”, añaden.

Un peligro para los más chicos

“El otro día vinimos y había un niño andando en la camioneta, la manejaba él, iba con los papás… pero la manejaba él”, dice a Clarín Valentino, un adolescente que vino de San Juan para vacacionar con su familia.

Se considera fanático del atractivo que ofrece La Frontera, aunque comenta que nunca se animó a hacer las piruetas que observa desde arriba del médano.

Piruetas peligrosas. Un grupo de chicos en La Frontera. Foto: Fernando de la Orden / Enviado Especial

“Lo que gusta, creo yo, es ver cómo se rompen los autos. Ese es el atractivo. Nosotros nunca lo hicimos, pero el que puede pagarlo lo rompe y no es un problema”, agrega, mientras señala a una camioneta que está bien lejos.

“Esa camioneta de allá está chipeadísima, ¿viste cómo suena?, te das cuenta por el ruido del motor”, comenta. Y luego explica a qué se refiere cuando usa esa palabra.

“Es para que el auto ande más rápido, a toda potencia. Acá hay una persona que pone chips. Viene y te dice ‘mirá, yo tengo un chip para tu camioneta’. Entonces te abre el capó, te lo conecta y te dice ‘andá a probarlo’ y si te gusta se lo comprás, en dólares. Pero tener la facilidad de que él te lo conecte en el momento es otra cosa, porque si no tenés que llevarla al taller. Una vez probamos esa camioneta para ver cómo funcionaba. Vos podés ponerle mil cosas a la camioneta, pero el chip la hace andar muy fuerte”, destaca.

La gente se aposta a ver el «show» de vehículos. Foto: Fernando de la Orden / Enviado Especial

Otros espectadores, como Tomás Cháves, tienen su primera experiencia en La Frontera, con 19 años: “Creo que el atractivo está en llevar los autos a un extremo que no ves en la ciudad. Acá tenés una perspectiva diferente y te ponés a pensar hasta dónde puede llegar un auto. La gente viene a mirar, lo ve como un entretenimiento. El papá de mi novia, por ejemplo, se compró un cuatriciclo para poder venir a probarlo acá. A mí me gusta, me parece una locura, pero no sé si me animaría a hacerlo”.

Unos chicos se apostan sobre la caja de una camioneta: empiezan a hinchar por uno de los tantos amigos o conocidos, de corta edad, que hace su rito de iniciación entre los médanos, sin ningún tipo de recaudo.

El espectáculo continúa, nunca se detiene, así como tampoco la adrenalina que describen los que llegan a ver, que ya lo toman como una forma de entretenimiento que roza la ficción. Aunque en este tipo de juegos, todo lo que pasa, pasa de verdad.

Vehículos de todo tipo en los médanos del norte de Pinamar. Foto: Fernando de la Orden / Enviado Especial

Recientemente el municipio compartió la reglamentación de corredores seguros, que pertenecen al ejido urbano, para cuatriciclos y UTV. Los carriles se extienden en la frontera norte y sur de la localidad en sus accesos a la playa, y en la bajada náutica de Valeria del Mar hacia el sur.

Para circular se vuelve indispensable, además del uso del casco, licencia nacional de conducir habilitante para la categoría respectiva del vehículo, comprobante de titularidad de dominio y/o factura de compra y comprobante de seguro vigente. Todos los cuatriciclos y UTV’S deben portar una antena de dos metros de largo con un banderín en la parte superior que permita su individualización en los terrenos irregulares.

AS

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